viernes, 6 de septiembre de 2013

Una reflexión


Se fue el mes de Agosto, con los festejos y regalos para agasajar a los niños. Pasaron las reuniones de padres, en que compartimos la trayectoria escolar de los nenes a partir del Informe Medio. En ellas hablamos acerca del rol que nos toca como formadores, entre otras cosas; a continuación transcribimos un texto que se leyó en una de las reuniones esperando que sirva para reflexionar con detenimiento y favorezca la desafiante tarea de ser padres hoy:




Somos las primeras generaciones de padres decididos a no repetir con los hijos los errores de nuestros progenitores. Y en el esfuerzo de quitar los abusos del pasado, somos los padres más dedicados y comprensivos, pero a la vez, los más débiles e inseguros que ha dado la historia. Lo grave es que estamos tratando con unos niños más "igualados", y poderosos que nunca. Parece que en nuestro intento por ser los padres que quisimos tener, pasamos de un extremo al otro. Así, somos la última generación de hijos que obedecieron a sus padres y la primera generación de padres que obedecen a sus hijos.
Los últimos que le tuvimos miedo a los padres y los primeros que les tememos a los hijos. Los últimos que crecimos bajo la palabra de los padres y los primeros que vivimos bajo el mando de los hijos. Lo que es peor, los últimos que respetamos a nuestros padres, y los primeros que aceptamos que nuestros hijos nos falten al respeto. Antes se consideraban buenos padres a aquellos cuyos hijos se comportaban bien, obedecían lo que les decían  y los trataban con el debido respeto. Y buenos hijos a los niños que eran formales y veneraban a sus padres. Pero en la medida en que las fronteras jerárquicas entre nosotros y nuestros hijos se han ido desvaneciendo, hoy los buenos padres son aquellos que logran que sus hijos los amen, aunque poco los respeten. Y son los hijos quienes ahora esperan respeto de sus padres, entendiendo por tal que les respeten sus ideas, sus gustos, sus apetencias y su forma de actuar y de vivir. Y que además les patrocinen todo tipo de caprichos para tal fin. Como quien dice, los roles se invirtieron y ahora son los papás quienes tienen que complacer a sus hijos para ganárselos y no a la inversa, como en el pasado. Esto explica el esfuerzo que hacen hoy tantos papás y mamás por ser los mejores amigos y permitirles todo  a sus hijos. Se ha dicho que los extremos se tocan. Y si el autoritarismo del pasado llenó a los hijos de temor hacia sus padres, la debilidad del presente los llena de miedo y menosprecio al vernos tan débiles y perdidos como ellos por ser niños. Los hijos necesitan percibir que durante la niñez estamos a la cabeza de sus vidas como líderes capaces de sujetarlos cuando no se pueden contener y de guiarlos mientras no saben para dónde van. Si bien el autoritarismo aplasta, el permisivismo ahoga.

Ni un extremo ni el otro… cual podría ser la salida si la hay? Sólo una actitud firme y respetuosa les permitirá confiar en nuestra capacidad para guiar sus vidas mientras sean menores, porque vamos adelante liderándolos y no atrás cargándolos y rendidos a su voluntad. Es así como evitaremos que las nuevas generaciones se ahoguen en el descontrol y hastío en el que se está hundiendo una sociedad que parece ir a la deriva, sin parámetros ni destino. Recordemos siempre que son los límites los que ubican al individuo.” 

Que Dios nos asista y de sabiduría de lo alto para brindar la mejor infancia a los niños, la cual sólo puede darse en el marco del amor que brinda diálogo, escucha atenta, contención y también límites. 
 
Equipo Docente y Directivo
 
 

 

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